miércoles, 2 de julio de 2008

Por una Europa comprensible y transparente

Adjunto el artículo que me publicó Levante-EMV el pasado 1 de julio. En verdad los dos artículos que he colgado en este cuaderno eran uno solo y lo tuve que dividir. Sé que no es una lectura divertida, pero me parecía interesante utilizar ideas que había tenido mientras estudiaba para la oposición.


Por una Europa comprensible y transparente

Todas las encuestas muestran un profundo desconocimiento de la Unión Europea (UE) por parte de sus ciudadanos. La UE es un sistema político complejo, fruto de negociaciones difíciles llevadas a cabo en momentos históricos delicados. Además, los gobiernos nacionales han utilizado durante años la UE para justificar medidas impopulares que ellos mismos aceptaban en mesas de negociación secretas para luego criticarlas a la luz de las cámaras ("Bruselas obliga…"). El resultado es una UE que la gente no entiende y a la que se hace responsable de todo lo que no gusta.
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Con gran sentido pedagógico, el politólogo británico Simon Hix propugna un análisis de la UE basado en los mismos conceptos que sirven para explicar los sistemas políticos nacionales. Así, la UE se asemeja a un sistema político bicameral, con un Parlamento representando a los ciudadanos y un Consejo representando a los estados. La Comisión Europea actúa como promotor legislativo y como supervisor de la ejecución de políticas por parte de los estados miembros. En tareas como la regulación del mercado o la redistribución de la riqueza, la UE recuerda a estados complejos como Alemania o Estados Unidos.
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Como cualquier estado, la UE crea controversia entre sus ciudadanos. Llega un momento en que la regulación del mercado único deja de basarse en principios económicamente objetivos y pasa a considerar valores políticos. A la pregunta de si deben imponerse duras condiciones medioambientales a los fabricantes de automóviles no se puede responder desde la profilaxis ideológica, sino desde posiciones políticas bien conocidas. Los dirigentes europeos han de asumir que la UE se ha metido de lleno en harina política, por lo que requiere transparencia y comportamientos familiares al ciudadano. Y para ello no hace falta un nuevo tratado.
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En efecto, el actual Tratado de Niza no pone ningún obstáculo a la celebración de una campaña electoral genuinamente europea en 2009. Los ciudadanos están acostumbrados a votar entre diferentes partidos a diputados que a su vez han de elegir un presidente de gobierno. Esta lógica puede adaptarse sin cambios institucionales a la Unión Europea. Los eurodiputados ya están agrupados en partidos políticos europeos. Para hacer entender la importancia creciente del Parlamento Europeo sería conveniente que los ciudadanos visualizaran estos partidos como tales, es decir, con un programa electoral a nivel continental y un candidato a Presidente de la Comisión Europea. El intercambio de cromos entre mandatarios a la hora de decidir los puestos clave de la UE no ayuda a hacerla más cercana ni comprensible.
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Aunque estos días pueda parecer irónico, la UE se está esforzando en aumentar la transparencia, una sana costumbre nórdica que llegó a Bruselas con el ingreso de Suecia y Finlandia en 1995. Parece lógico que si el Consejo de Ministros se ha de parecer más a un senado que a una cumbre intergubernamental, sus debates sean tan públicos como los del Parlamento Europeo. Hoy en día ya podemos acceder a través de Internet a las discusiones y votaciones del Consejo, en ocasiones con imágenes en directo. Si bien es cierto que el ciudadano de a pie no tiene la página del Consejo entre sus favoritas, la apertura facilita el trabajo a los periodistas, que sí llegan al gran público.
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La crisis institucional de estos días está quitando todo el protagonismo a una medida que sienta las bases de una UE transparente. Bruselas es tierra de acogida para decenas de lobbies que intentan influir la legislación comunitaria. La Comisión Europea abrió el pasado 23 de junio un registro en el que todos los grupos de presión, desde grandes empresas hasta ONG, están llamados a declarar sus intereses, presupuestos y fuentes de financiación (http://ec.europa.eu/transparency/regrin/index_es.htm). El registro no es la panacea al secretismo de la UE; debería ser obligatorio e incluir también los grupos que presionan al Parlamento Europeo. Aún así, no cabe duda de que es un paso adelante.
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Siguiendo la misma línea de apertura, la Comisión Europea ha abierto su página web a los ciudadanos en varios asuntos. También está financiando proyectos en los que ciudadanos de distintos estados se conocen e intercambian puntos de vista sobre las prioridades de la Unión. Estos experimentos ofrecen cauces de participación no electoral y permiten a la Comisión conocer de primera mano cuáles son las inquietudes reales de los ciudadanos europeos, que a menudo se alejan bastante de aquéllas manifestadas por sus gobernantes en la mesa de negociación. De hecho, en los proyectos ya concluidos, los ciudadanos se han manifestado mucho más pragmáticos y menos políticamente correctos que sus dirigentes.
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Las instituciones europeas no son perfectas, como tampoco lo son los gobiernos nacionales. El problema es que los ciudadanos desconocen su funcionamiento y les atribuyen los males más diversos. A largo plazo, las nuevas medidas en pro de la transparencia responden a la crisis de confianza mucho mejor que el nuevo tratado.